Nota al lector: No puedo narrar este concierto sin anteponer mi admiración por la banda española Love of Lesbian. Intentaré ser objetiva, aunque me gane la nostalgia.
Eran las épocas donde el messenger aún existía, donde te pasabas música o vídeos con todo el mundo y conocías cosas porque alguien te dijo, con total convencimiento, “tienes que escuchar esto” o entraste a una página y ¡pum!. Otros, ni más ni menos afortunados, buscaban otra cosa y les salió entre las opciones ese nombre que cargaba con cierto morbo pero que cuando te diste cuenta no era lo que pensabas, eran seis personas que sin saber comenzarían a ser parte de tu banda sonora personal. Así varios conocimos a Love of Lesbian.
No, no es porno, tampoco son mujeres; era un grupo de chavales que hace 20 años comenzaron la aventura musical entre garajes y bares de poca monta. Sus primeros discos en inglés no llegaban a transmitir el mensaje universal que ellos querían. Entonces pasaron a una de sus lenguas natales, el español y un buen día, con mucha o poca suerte, llegaron a tus audífonos para quedarse. Lo que estos seis no sabían es que en un lugar de México cuyo nombre ya fue cambiado, un grupo de “raros” comenzaría a tararear sus canciones. Pensabas que eras el único que los conocía, así que tus muchos correos y comentarios no iban a lograr a traerlos a tu ciudad.
Un día, haciendo el vago por internet, encuentras que no sólo tú eres el único raro. Una pequeña comunidad sabe que con maniobras se hacen escapismos, que hay guisantes ignorados, cuestiones de familia pendientes, limusinas, chicas macba y octubres. No estás solo. Allá afuera hay otros tantos que piden lo mismo: que esa banda que nadie conocía venga a tu ciudad, aunque sea sólo una vez. El milagro pasa, otro día sale un cartel ¿cómo? ¿cuándo? La primera vez que ésa, que ya se volvió tu banda favorita, viene. Buscas tus ahorros, le pides a tu madre, vendes cosas, trabajas mucho y vas corriendo a por el boleto que te dará entrada a ver lo que en tu imaginario musical llamarías un milagro.
Fue un 14 de marzo del 2013. Semanas antes tu lista de solicitudes se llenaba de gente que ni conocías pero con la que te ibas a ver para no estar solo, pensado muy ilusamente que aquello ni se iba a llenar. Nuevos nombres, nuevas caras, gustos en común. El día del concierto sólo unos cuantos tenían las playeras con el nombre de la banda. Tú no pero tenías claro que querías una. Ibas con tu disco y tu flyer del evento. Ahí comenzó todo, todos los raros fuimos al concierto. Lloraste porque lo creías imposible. Viste a los integrantes y te enamoraste, querías un autógrafo, una foto, que te vieran desde el escenario, estar en las primeras filas.
Más de 300 personas llenamos ese bar. Compartimos cervezas y canciones mal entonadas a lado de ellos. Comenzaron las primeras amistades, esas que con los años reforzaste u olvidaste. Eran otros tiempos y tener a tu banda favorita era fácil. Ya te habían firmado de todo, buscaste los discos, las playeras y la parte del cuerpo para la firma improvisada. Pensaste que jamás se acordarían de tu cara porque estabas sudado y emocionado. Balbuceabas. Todavía lo haces, por suerte.
De ese marzo ya pasaron 5 años. Love of Lesbian volvió a partir de entonces: festivales, teatros, foros, salas. Estabas en todo. Ya tenías tu playera e ibas muy contento por el metro y cuando te preguntaban el nombre de tu banda favorita te miraban raro. De cierto modo seguías siendo parte de esa pequeña comunidad, los amigos de fila se volvieron amigos de la vida, de ésos con los que no sólo hablas de las canciones sino de tu día, quizá encontraste pareja, quizá ya ni estén juntos y, si tienes suerte, recuerdas las canciones que le cantaste en algún concierto. La maldición del 1999, pero cinco años después ¿hay paz? ¿sigues rompiendo ventanas?
Como los gremlins, los fans se están multiplicando. Las colas para las firmas y la posibilidad de llegar a primeras filas (tu obsesión) parece difícil pero no imposible porque siempre llegas. Ellos ya te reconocen, quizá hasta se saben tu nombre y notan cambios físicos en ti. No lo creías posible pero esa banda sabe que existes y que los sigues.
Cada visita dejas todo para estar con ellos, ¡total nada más son unos días!. Ahorras, trabajas, vendes más, lo que sea por tener acceso. Y un día ves que ya somos muchos, que cada vez tienes más contactos que les gusta la casi la misma música que a ti y esos días, más allá de asistir a un concierto, se vuelven días de reunión con tus raros.
Sigues a la banda por todos lados. Si tienes suerte ellos te siguen en sus redes, algún mensaje o like te llega. Sigues sin creerlo, han pasado años y siempre vuelve aquella fiebre de siempre.
Viajas desde otros estados para escucharlos, para gritar “que sea cierto el jamás” con el corazón en la mano, quieres que toquen tal o cual canción. Están creciendo, mucho, demasiado.
Entonces pasa… pasan 5 años y un 18 de Octubre es la fecha que más esperas en el año. Esa banda de bar pequeño toca en un lugar gigante, alégrate, de cierto modo también es tu aniversario. La cuenta regresiva empieza desde un mes antes. Te emocionas viendo el DVD que grabaron en España con invitados, esperas a los que te tocan el 18 y haces apuestas. Lo que tengas que gastar, te quejas pero lo haces. Son 20 años, es Love of Lesbian. Notas que tienes más amigos, que estás conociendo a otros y que no podría ser más fantástico.
Vas a buscarlos al aeropuerto, con la firme esperanza de tomarte una foto con ellos y tener otra vez una firma. Las piernas te tiemblan, incluso sabiendo que ya los viste miles de veces. No importa, piensas que así se siente el amor real y cuando los ves a lo lejos con caras cansadas los abrazas. Entiendes que lo único que quieren es irse a dormir, ¡menudo viaje! Pero ellos te reciben con una sonrisa. Piden un cigarro, aire y también un bolígrafo para darte la firma que tanto esperas. Ponen su mejor sonrisa y te dicen “hola, ¿qué tal?”. Sabes que ya te conocen y aún sopesas la posibilidad de una orden de restricción porque siempre estás tras de ellos. Puede que fuera del escenario hables de otras cosas pero cuando te toca ser fan, eres fan.
Pasó el primer encuentro. Sabes que están en México por enésima vez y los días se hacen menos para ese reencuentro en noche azul. Los catalanes están a tope de trabajo, filas y filas de fans. Adiós esa época de foto personalizada y plática simplona. Sientes que estás frente a unos súper rockstars pero en fondo sabes que son los mismos chavales que viste en marzo y que te abrazaron. Tú lo sabes, otros no.
Llega el día. Buscas tus playeras, las pilas extras, memoria en el teléfono, tu boleto que cuidaste celosamente desde principio de año cuando casi te arrancas la cabeza por no tener el asiento esperado. Ahora ya no importa, vas a verlos. Los raros invaden el metro, el metrobús, los bares cercanos para llegar medio “entonados”. Cantas en la vía pública ante la mirada de otros que no saben lo que está pasando y que sólo quieren llegar a casa. ¡Ya cállense, viejos lesbianos! Es la frase que más te da risa aunque desconozcas el origen.
Ves los puestos de playeras. Ves las escaleras repletas de leyendas como “Jonh Boy”, “1999” “yo mataré monstruos por ti”, “El poeta Halley”. Está pasando. A las 8:00 saldrá Alex Ferreira, cantante dominicano y elegido como telonero e invitado de la banda, a tocar 5 canciones. Afuera hay reencuentros, algunos ven caras por primera vez porque sólo han hablado por redes sociales. Hay abrazos y euforia ¿con cuál van a empezar?
A la banda le avisan que es SOLD OUT, supongo que ellos como nosotros no lo pueden creer. El sueño se está cumpliendo. Intentas imaginar lo que estarán pensando en camerinos, seguro son una manojo de nervios. Ahora confirmas que hubo tequila, otros además del que se echaron sobre el escenario, y un abrazo fraternal antes de salir, son rituales que no pueden pasar por alto. Todos tenemos los propios.
Sólo quieres llegar a tu asiento, ver a tus amigos, dejarte la voz por más de dos horas. Es el día y ahora sólo cuentas los minutos. Aplaudes a Alex y aunque te gusta quieres que salgan esos seis que se colaron en tus audífonos un día cualquiera. Hay una pantalla que dice 20 años. Sientes que la piel se te eriza porque en cualquier momento eso se va a prender y las luces se desmayaran y ¡pum! … Que empiece el viaje ya.
Daniel Calderón
Preparas la cámara. Los de prensa, que algunos son fans, están listos. Tus amigos están listos. Quieres conservar cada momento. Tú sigues sin creerlo, miras al rededor boquiabierto. Entonces ahí están, el público explota de emoción. Algunos ya se nos salieron las lágrimas y no puedes creerlo. En ese lugar están 10 mil personas, y entre esas miles están los primeros raros. A veces entra la nostalgia de la alineación original, pero entiendes que los caminos se bifurcan y que la nueva también es grandiosa.
¿Cuántos obligados? ¿cuántos en éxtasis? ¿cuántas nuevas historias de amor y desamor se quedarán en las butacas? No sabes si 20 años se pueden resumir en 2 horas y media, pero después del segundo encore ya qué importa cuáles tocaron o no. Santi, Julian, Ricky, Jordi, Uri y Dani están frente a ti, no puedes hacer otra cosa más que gritar y escuchar cómo abren con “Nadie por las calles”. La emoción hace que dejes de pensar en tus piernas como tales porque a partir de entonces se volverán resortes a los que no piensas darles tregua hasta que salgas de ahí afónico.
Conoces las canciones porque todas tienen una frase que conecta con tu historia, que empezaron a crearse en algún estudio o sofá y terminaron viajando por el mundo hasta llegar a ti. Las primeras palabras de Santi: un “Gracias México”, nos envuelven más gritos y es como si hablara un profeta. Parecen inalcanzables y desde tu asiento quieres tener un brazo enorme para tocarlos. La emoción les traspasa la ropa y comienza “Cartas a todas tus catástrofes”, más gritos y también te la sabes. La suma de las partes sólo da como resultado perfección. Estás en un Auditorio Nacional lleno, si desde tu lugar se ve impresionante ¿cómo lo verán ellos? ¡será un éxito absoluto!
Daniel Calderón
Sigues temblando como un flan y comienza la tercera canción, “Maniobras de escapismo”. Los acordes juguetones te hacen bailar, prometimos iniciar con ellos el viaje que traerá a la “Niña imantada”, las parejas se miran. Sientes un poco de envidia pero seguro tienes recuerdos con esa canción pero estás cayendo sin querer en la gravedad, ésa que ni sospechaste que empezaría hace 5 años con su música en espiral y el grito te lleva “Allí donde solíamos gritar”. Sientes que te vas a romper como ventana pero “las malas lenguas” quieren que nos quedemos hasta el fin, son 20 años de tu banda favorita, ésa que te rescató del hoyo, que te sacó lágrimas y risas y una que otra fantasía. No hay tiempo para sentarse, ni falta te hace pues estás tan lleno de adrenalina que ni te preocupa, mañana ya dolerá hoy no. Hoy es día de fiesta.
Es jueves pero te adelantas al “Domingo Astromántico” y sabes que aunque viajes en taxi, en planeador o huyas antes de las 10, la magia sigue haciendo efecto ¿cómo no vas a continuar?. Un reloj aparece en la pantalla, la cuenta regresiva para “Wio, antenas y pijamas” está en marcha, gritas te amo desde el balcón, luneta o las primeras filas, ahora eso no importa es “La noche es eterna”. Estás en el lugar correcto, con la gente correcta y sino hubieses asistido pese a la semana fatal que tuviste Santi te diría que menudo concierto el que te perdiste.
El corazón está a punto de explotar. Se hace más grande y la felicidad es tanta que sólo atinas a llorar y a secundar al vocalista cuando canta “Cuando no me ves”, seguir los acordes de piano , bajo, batería y guitarra. Sabes que en algún punto saldrá la sección de viento que los lesbianos tuvieron a bien a escoger para esa noche. Desde ese 2013 el lazo entre el público mexicano y Love of Lesbian ha sido inquebrantable, ni esconderlo “Bajo el Volcán” es posible. En las pantallas grandes o de cerca logras ver las caras de los seis, que tocan con el gesto incrédulo de lo que está pasando, imaginas que siguen sin irse los nervios pero es más el deseo que salta muros al revés. Santi no trae el sombrero para ir “En Busca del Mago”, pero la pantalla te lleva al safari en el parque: ojos, ondas y los rituales de los magos invaden el Coloso de Reforma.
La agrupación comparte palabras con el público. Te ríes, te emocionas, entiendes los chistes porque alguna vez tú los hiciste; entonces anuncian al primer invitado, Alex Ferreira y “Los males pasajeros”. Las piernas te tiemblan y los ojos siguen con lágrimas, quizá esa canción te levantó en un momento y Ferreira la hace suya. Te emociona cómo la música puede pasar cual herencia a otro.
Podemos degustar en un abrir y cerrar de ojos cómo los catalanes están conmovidos al punto de acompañarnos en las lágrimas. La piel se eriza, sacas tu teléfono o alzas la mano, quieres grabar pero la mano te tiembla. Las fotos ya salieron fatales y en realidad no importa. Están creciendo mucho y demasiado, lo sabes y lo saben. Sientes un orgullo indescriptible en el pecho, como cuando las madres ven a sus niños haciendo monerías. Te sientes parte de ello.
Despides a Alex, ¿te quedó un buen sabor de boca? Eso depende de cada gusto. Pero los males no siempre pasan tan rápido, a veces tienes que viajar al pasado, subirte a un taxi y llegar a “1999”. Los gritos envasados de los fans revientan al fin, y te acuerdas de alguien, te acuerdas que ese disco te salvo, que ese disco cuenta tu historia. Ves a Marina y a Carlos en la pantalla, entiendes todo porque has tenido un 1999 y tienes que avanzar a “2004”, ya rompiste muchas ventanas, te toca entrar como el aire. Relájate, ellos lo llevan bien, elevas las manos y exorcizas por enésima vez, te mereces un premio por entender que el jamás sí fue cierto. Cuando crees que has escuchado las versiones más perfectas de 1999, a mitad del grito Santi canta “La llorona” y te rompes o terminas de hacerlo. Esa canción tan mítica mexicana está siendo cantada por tu banda favorita, conoces el coro y las promesas de amor se van o se reafirman. 10 mil voces cantando y llorando. Luces por todos lados, ves a tus ídolos con lágrimas, conmovidos de los pies a la cabeza, intercambiando miradas de complicidad que sólo dicen lo estamos haciendo. Necesitas que alguien te abrace o te sostenga, aún queda concierto y comienza el “Segundo Asalto”, en el escenario sólo queda Santi y su mano derecha Julián, voz y guitarra.
Daniel Calderón
Y así el Auditorio Nacional se llena de luces. No hay caras, no hay nombres, sólo luces que inundan todo. Más lágrimas y ese par no puede creerlo, se ve en sus caras y lloran juntos. Ese momento se quedará en nuestra memoria, lo sabemos, supera eso no serás capaz, ¿lo están leyendo bien? ¿lo entendimos bien?. Lo que sientes en ese momento derrite todo, te parte en dos y te repites que en verdad está pasando porque tu voz ya se está cortando.
Otra vez necesitas sostén, así como Santi y Julián lo hacen en ese abrazo que sólo significa orgullo total. Así que Balmes dice algo que nos conecta a todos de igual manera: “Los problemas que hay allí afuera, todos los tenemos, está clarísimo, pero cuando creas una burbuja de estas características, donde estás exorcizando, estás sacando todo lo que llevas a un concierto, tanto las alegrías como las tristezas, y ves que hay tantos raros como tú que van a un concierto. Esto sin duda es mágico, pero que un público sea capaz de emocionar a una banda, eso no acostumbra suceder” Acaba el gran impacto, hemos golpeado bien así que tomamos el avión a “Belice”, canción himno para aquellos que sólo queremos huir. Coe, de Camilo Séptimo acompaña a la banda pero, hay que decirlo, la canción le quedó grande. Cantamos pero creo que estamos decepcionados. No hay más qué decir mejor escapar es con mente.
Luego ese episodio “I.M.T” te pone eufórico. Sabes que Balmes se quitará la camisa y te vas a derretir en tu lugar, es lo normal porque esa canción, como otras, conecta con esa parte sexual y sensual… tú subes el nivel. En la pantalla aparecen ondas que recuerdan a Unknown Pleasures de Joy Division. Las piernas quieren flaquear pero no lo vas a permitir porque al menos quedan unas seis canciones más que vas a cantar a tope. Comenzará la parte carnavalesca de la noche, “Manifiesto Delirista”, “Club de Fans de Jonh Boy” y “Toros en la Wii” estrechan los lazos entre los raros y la banda. Luces, papelitos y una suerte de pirotecnia llena el recinto, ¡es fantástico que haya gente que lo hace fácil!
Daniel Calderón
Sientes el final, pero te rehusas porque has venido a ver al gran telepata de Barcelona y los “Incendios de Nieve” te aterrizan sólo un poco. Aquí entra la tercera invitada, la veracruzana Silvana Estrada. Los seis la miran de un modo peculiar, con una admiración a tal punto que Santiago se hinca ante su voz. Puede que no te haya gustado pero su voz, concluyes, es muy buena y por algo la escogieron. No seremos capaces de odiarlos, son cantantes de peso y el cúmulo de cosas que tienes en el cuerpo no te permite otro sentimiento más allá que el de la felicidad, ¡temblaba el Auditorio!
Desde que saliste de casa supiste que era una noche de encuentros, como cuando “Oniria e Insomnia” se reencuentran en noche azul. Estamos muy conectados, se siente en el ambiente, los miles se hicieron uno con las canciones y en definitiva no puedes ser más feliz ni estar más emocionado porque hace tiempo ignoraste a los advenedizos que ni se pararon de sus lugares. Estás ahí, esa noche es una que vas a recordar como los mejores conciertos de tu vida. Entiendes que las noches azules tienen un final y el “Poeta Halley” está por aterrizar, la banda se mira ¡casi acaba, lo logramos! Y tú, fan del 2013 te alegras y te enojas contigo mismo como todo lo que amamos con cierto egoísmo pero el pecho se infla de orgullo, es que no hay otra palabra para lo que sientes al verlos ahí arriba. Joan Manuel Serrat, esa leyenda catalana que canta al Mediterráneo, aparece en pantalla recitando “Palabrera”.
Sigues llorando, que alguien te atrape al vuelo porque esa canción fue la que te mostró el camino en tu bache creativo, tienes cosas que acabar y las palabras justas llegarán. Subes al “Planeador”, este viaje se acaba y tu poca voz sólo te da para unos gritos más, ya nos contaron la leyenda del aire, la de las niñas imantadas, las de japos muy caros, la de taxi, las de tinta y papel. No entiendes a bien qué acabas de ver, tardarás en salir de ésta, ¡qué alguien te salve o te regrese al jueves!
Sales limpiándote el llanto que se te quedó atorado, después de verlos despedirse y con la misma cara que tú porque sabes que también para ellos fue una noche inolvidable. Encuentras a tus amigos en medio del frío, no tienes palabras y lo único que atinas a hacer una vez que estás con ellos es abrazarlos muy fuerte, tan fuerte como cantaste hace un momento junto a Love of Lesbian. Es la gran reunión de los raros. Te sientes parte de ese triunfo en el Auditorio, qué importaba cuán cerca o lejos estuviste, estabas y eso valió más que los corajes de la semana, del frío y los pesos contados para volver a casa. Fuiste al festival donde se presentarán porque nunca es suficiente y todo parece indicar que nos queda Love of Lesbian para rato, al menos este mes. Ya te viste en los vídeos que grabó Uri, ves los recuerdos de esa semana y quieres volver. Los problemas quedaron lejos, la dialéctica y la magia se hizo: sólo los que ahí estuvimos sonreirán.
¡Felices 20, Love of Lesbian. Fue hermoso!